sábado, 20 de junio de 2009

Sometimes.


Te lo dije. Te lo dije, te lo dije y te lo dije. Pero preferiste no hacerme caso, y de paso tirar tu lealtad a la basura. Sé muy bien cómo te sientes, vaya que si lo sé, pero me temo que no voy a ser yo quien ahora vaya a consolarte.

Porque aunque tengamos (y hayamos tenido, ¡ja!) muchas cosas en común, hay algo que no comparto contigo, como eso de tender una mano hipócrita a aquél que necesita ayuda mientras que la otra le acuchilla por detrás. Yo no soy así, y antes que al engaño recurro cien veces al desprecio. Y me provocas desprecio tú, hiena inmunda con piel de cordero, ave carroñera con complejo de superioridad que un día te creíste mejor que nadie como para pavonearte de ir por ahí con la bomba en la mano y sin que te explotara. Pero ahora te ha explotado, y ahora qué. Has pasado a la historia como una más; como otra imbécil.

Ahora llora, llora, llora. Y acostúmbrate al sabor salado de las lágrimas, porque ésto no ha hecho más que empezar. Porque aún te quedan así meses, incluso años, tal vez. Además, las heridas que ahora tienes terminarán dejándote cicatrices igualitas las mías; esas que tanto te gustaba arañar.

A ti, pobre, nunca te enseñaron lo que pasa cuando uno juega con fuego. Y por lo visto, tampoco quién es el que ríe mejor. Pero ya debes estar aprendiendo a base de golpes; no debe hacer falta que yo te lo enseñe. Por mí, ahora, como si te matan tu dolor y tu soberbia. Porque para que yo te compadezca... uy, para eso ya es demasiado tarde.