domingo, 17 de enero de 2010

Ciutadella


Ayer estuve nadando sola en el mar. Estaba en una zona en la que llegaba con los pies al suelo, pero prefería nadar. Debe ser que siempre he tenido esa afición por hacer las cosas más complicadas de lo que son por naturaleza.
El mar estaba bastante tranquilo, y hacía unas leves ondas sobre las que yo me dejaba llevar. Entre una y otra se colaban momentos para pensar en ti, mientras que mi cuerpo se dejaba llevar por los suaves movimientos de vaivén.
Así, imaginaba que el agua era tu cuerpo. Que las olas rompiendo en la orilla eran tus suspiros. Y que en alguna parte, en las profundidades, seguramente habría un corazón. Pero eso aún era demasiado pronto para saberlo.