jueves, 16 de abril de 2009

Destiempo.


Queridísimo amigo:
Por primera vez en todo este tiempo te escribo para hablarte de un tema importante. De eso que ha estado latente, eso que nadie en el mundo sabe ni se imagina, eso que ambos sabemos tan bien pero de lo que nunca nos hemos atrevido a hablar. Miedo, tal vez. Miedo a hacernos daño a nosotros mismos, a hacernos daño el uno al otro, a hacerles daño a ellos es lo que ha mantenido este asunto sordo y mudo a lo largo del tiempo. Y a lo mejor precisamente es la huella del paso de los años la que me ha llevado a ponerlo hoy sobre la mesa; hoy como podría haberlo hecho hace tres años, o ayer, o mañana, o dentro de veinte. Pero he decidido que sea hoy.
Supongo que a veces, cuando las cosas van tan bien tal y como están, la idea de aspirar a algo más ambicioso se acaba rechazando por miedo a romper el saco. O tal vez, simplemente, a veces somos demasiado cobardes como para saltar al vacío, y para no reconocerlo nos ponemos excusas idiotas como la que acabo de explicarte. Y cuando ya es demasiado tarde, lo empiezas a ver como una oportunidad prácticamente segura, y perdida. ¿Tú te arrepientes de no haberlo intentado a tiempo? A veces tengo la sensación de que sí. De que tú respecto a mí no has cambiado absolutamente nada desde el primer día que te llamé por tu nombre. Sólo has escogido el camino más llano, pero nunca he dejado de ser para ti lo que fui entonces. Si te sirve de algo, tú para mí tampoco, pero el camino que yo he elegido no es precisamente llano. Por mi parte, tampoco podría decirse tanto como que me arrepienta, pero sí que has contribuido a engrosar mi complejo de pasividad.
Ahora sería muy difícil dejarlo todo y ponerse a tratar con cosas que, cuando era su debido momento, preferimos dejar estar. Habría que llevarse por delante cosas, personas, razones y circunstancias que durante este tiempo han cobrado demasiado peso en nuestras vidas como para ahora sacrificarlas igual que si fuesen el más banal de los objetos. No estoy segura de que eso sea lo que quiero hacer, pero tal vez tú tengas alguna idea; me gustaría saber tu opinión, qué piensas de todo esto, romper de una vez el silencio de tantos años. A mí muchas veces me cuesta contenerme.
Ojalá respondas pronto, ya te digo, no busco tanto el tomar una determinación como el conocer tu parecer y así quedarme más tranquila. Porque nos conozco bien, y sé que es muy improbable que acabemos tomando una determinación, sea cual sea. Sé que nada cambiará, y que seguiremos durante un montón de años más leyendo cada uno entre las líneas del otro el reflejo de los sentimientos propios. Como caricias, como abrazos, como cálidos guiños a través de un cristal. Pero ahora sólo quiero que me prometas una cosa: que siempre siempre siempre nos tendremos al lado el uno al otro, y que hasta el fin de los días, este será nuestro secreto.