sábado, 18 de diciembre de 2010

Martín se ha ido para siempre.

¿A mí me dices? No, perdona, debe ser un error. Yo no lo veo, ya no te comprendo, no albergo ni un solo sentimiento por dentro, y me temo que ese día del que me hablas, aquella sonrisa entre la gente… No me suena de nada; debes confundirme con otra persona. Puesto que, llegado un punto, lo mejor que puedo hacer es fingir que no veo, ni comprendo, ni siento, ni recuerdo nada. Y lo más importante no es que se lo crean los demás, sino creérselo uno mismo.